Dios se complace en lo
que es pequeño e insignificante, débil y miserable, humillado y despreciado.
San Pablo enseña como Dios "ha escogido más bien lo necio del mundo, para
confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir
lo fuerte.
"Reconocer, aceptar y amar la propia
debilidad, no es excusar el pecado, ni acomodarse a él, sino establecerse en la
verdad, perder toda ilusión acerca de sí mismo". Esto es imprescindible,
porque sólo al conocer tu propia miseria empezarás a recurrir al poder y a la
misericordia de Dios.
Mientras no descubras que sin Dios no puedes nada no podrás experimentar la grandeza de su poder. Esta súplica, este grito, que diriges a Dios con tu vida, debe ser constante. Cuando te sientas débil e impotente, abrumado por las tentaciones, las pruebas, o por continuas derrotas, recuerda aquella confesión extraordinaria de san Pablo: "pues, cuando soy débil, es cuando soy fuerte." (2 Cor 12,10).
Muy bien tu blog hermanita, muchos animos en este camino, muy bellas refleccion. Dios mira lo debil, lo pobre dle mundo para llegar a El con Humildad.
ResponderBorrarFelicitaciones! Es un blog bien pensado
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