Entonces el hombre gritó: ¡Dios, muéstrame un milagro! y en ese minuto nació un bebé. Pero el hombre no lo
supo.
Luego el hombre pide a gritos, en desesperación:
¡Tócame Dios y hazme saber que estás aquí!. Dicho
esto, Dios bajo y tocó al hombre,pero éste espantó a la mariposa que volaba a sualrededor y continuó caminando.
No te pierdas de una bendición sólo porque no viene
envuelta del modo en que tú
esperas.
La actitud lo es todo!!! Los
amigos son ángeles que levantan nuestros pies de la tierra, cuando nuestras a
las han olvidado cómo volar.
porque sin ti mi vida
se seca. Quiero encontrarte en
la oración, en tu presencia
inconfundible, durante esos momentos
en los que el silencio se sitúa de frente a mí, ante ti.
Y
servir es amar y ayudar al otro a ser más feliz. Decía Jesús: “El que quiera ser el primero,
que sea vuestro servidor; así como el Hijo del Hombre no ha venido a ser
servido, sino a servir” (Mt 20,27-28). Se ha dicho que
el que no vive para servir, no sirve para vivir. Y Tagore decía: “Soñé que la vida era alegría,
desperté y vi que tenía que servir; serví y vi que servir es alegría”.
La
alegría de servir y ayudar muy pocas personas la han descubierto. Nuestro
egoísmo nos lleva a ver como enemigos a todos aquellos que nos quieren sacar de
nuestras comodidades y de nuestros planes. No queremos pasar por tontos,
aguantando sin motivo, perdonando sin condiciones o sirviendo “fuera de hora”. Pero el amor no tiene horario fijo. Hay que estar siempre disponibles
para el que nos necesite.
Ahora
bien, para estar dispuestos a servir y ayudar, debemos superar nuestro afán
desmedido de comodidad, que nos lleva a querer ser servidos en lugar de servir.
También hay que aprovechar bien el tiempo. Hay mucha gente que pierde,
miserablemente, el tiempo, viendo demasiada televisión, hablando demasiado,
durmiendo demasiado o, simplemente, saliendo a la calle a pasear o divertirse
más de lo razonable. ¡Cuántas horas perdidas! ¡Cuánto daño hace la pereza y la
ociosidad! Así nunca tendrán tiempo para cumplir sus obligaciones personales,
familiares o sociales, y menos aún para poder ayudar a los demás
Amar es compartir y compartir es amar. Amar
es servir y ayudar desinteresadamente a los demás. Y también es agradecer y
perdonar y buscar siempre hacer felices a los que nos rodean. El amor da sentido
a la vida, pues sin amor nada tiene sentido y la vida estará triste y vacía
como un río sin agua. Decía la poetisa Gabriela Mistral:
Toda la naturaleza
es un anhelo de servir. Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco. Donde
haya un árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar,
enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo tú. Sé el
que apartó la piedra del camino, el odio de los cora-zones y las dificultades
del problema. Porque existe la gran alegría de servir. ¡Qué triste sería el
mundo si todo estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa
que emprender!
Que no te llamen solamente los trabajos
fáciles. ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan! Pero no caigas en el error
de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que
son inmensos servicios, adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar un
niño... Y Dios te preguntará cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al
árbol, al amigo, a tu madre?
Jesús en los evangelios se interesa
principalmente con el espíritu de la ley y con las razones del corazón,
particularmente con las razones e intenciones más profundas detrás de las
acciones de las personas.
Jesús le interesa la conversión de mente, corazón, y
vida. La virtud conlleva no solamente acciones correctas, sino acciones
motivadas por razones buenas.
En el evangelio de Mateo, Jesús se interesa en que, “cuando den, no debe saber
vuestra mano izquierda lo que haga su derecha,” sino sean bondadosos en secreto.
¿Das de tu sobra, o das abundantemente por buenas razones? Para Jesús, la
verdadera religión consiste en el amor verdadero a Dios y el amor verdadero al prójimo.
Todos otros actos religiosos deben ser expresión de este amor, y a la misma vez
inspirar este amor.
Dios se complace en lo
que es pequeño e insignificante, débil y miserable, humillado y despreciado.
San Pablo enseña como Dios "ha escogido más bien lo necio del mundo, para
confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir
lo fuerte.
"Reconocer, aceptar y amar la propia
debilidad, no es excusar el pecado, ni acomodarse a él, sino establecerse en la
verdad, perder toda ilusión acerca de sí mismo". Esto es imprescindible,
porque sólo al conocer tu propia miseria empezarás a recurrir al poder y a la
misericordia de Dios.
Mientras no descubras que sin Dios no puedes nada no
podrás experimentar la grandeza de su poder. Esta súplica, este
grito, que diriges a Dios con tu vida, debe ser constante. Cuando te sientas
débil e impotente, abrumado por las tentaciones, las pruebas, o por continuas
derrotas, recuerda aquella confesión extraordinaria de san Pablo: "pues,
cuando soy débil, es cuando soy fuerte." (2 Cor
12,10).
A todo hombre se le ha
dado un secreto en su corazón que le hace grande por un lado y solitario por
otro. Todo hombre tiene una misión única e intransferible, distinta a la de los
otros hombres y que, por lo tanto, no encuentra en ellos ninguna protección y ninguna
garantía.
Satán atacó en Jesús
esta pobreza: "sé como todos, como nosotros... vive también de pan, de
riqueza, de adoración al mundo... como todos nosotros..."
También cada uno de
nosotros se hallará tentado contra esta forma de pobreza, se le exigirá
renunciar a la misteriosa unicidad de su existencia, atenerse a lo que
"se" hace, traicionar con ello la propia misión. La definitiva
fidelidad a un hombre, un amor valiente y arriesgado, la inquebrantable
voluntad de justicia, una simple conciencia de deber... todo esto puede
constituir la unicidad misional de nuestra vida.
Cada vez más
radicalmente el encuentro con Jesucristo nos pone delante de la pobreza de
nuestro ser, de aquella indigencia que sólo vive del pan de la infinitud, cuyo
alimento es hacer la voluntad del Padre. Jesús, viviendo fuera de sí, del todo
oculto en el interior de la misteriosa voluntad de Dios, era para si mismo el
gran mendigo que se había aceptado a partir del decreto inapelable y del total
derecho del Padre.
Por eso, cuando el
hombre vuelve sobre sí después de todos los ensueños y firmamentos imaginados,
cuando detrás de todas las máscaras aparece su corazón desnudo y anhelante,
entonces se pone de manifiesto que "por naturaleza" es religioso, que
la religión es la dote secreta de su ser. Ve que en el centro de su existencia
permanece asentada aquella "trascendental indigencia" que despierta
todas sus necesidades, todas sus ansias y deseos.
Es ésta la gran tentación que se desliza al amparo de
nuestro instinto de seguridad y apunta al corazón mismo del ser del hombre.
“Bienaventurados los
pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”.
LA POBREZA EN ESPÍRITU
NO ES ASUNTO DE
PERSONALIDAD
Cuando estamos
hablando de esta Bienaventuranza, es evidente que tenemos que reconocer cuan
equivocados estamos al pensar en esta primera e indispensable cualidad del
creyente que hereda el reino de los cielos.
Es verdaderamente
triste pensar, en la confusión que existe dentro del mundo, y principalmente es
lamentable verlo también dentro de las iglesias cristianas de hoy, cuando vemos
que se mide a cada individuo por su fortaleza en espíritu y no por su debilidad
o pobreza en espíritu.
Estamos hablando de
aquella tendencia de valorar la seguridad, agresividad y apariencia física de
un líder como la cualidad esencial para su triunfo, cuando entendemos que la
humildad es la base de la pobreza en espíritu.
ES ASUNTO DE HUMILDAD
1. La humildad es la
base de la pobreza en espíritu, es la cualidad que nos lleva a comprender, que
con nuestras propias fuerzas no podemos ser ni hacer nada. Jesús mismo dijo:
“…porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5b).
2. El apóstol Pablo
declaró asimismo en 1 Corintios 2:1-2: “Así que, hermanos, cuando fui a
vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de
palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna
sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad,
y mucho temor y temblor”. Lo que nos indica cuanta dependencia del Espíritu
había en Pablo.
3. No permitamos que
nadie cambie nuestros valores espirituales, entendamos que aquel que es pobre
en espíritu no tiene por qué avergonzarse de manifestarlo, para ser aceptado en
un mundo corrupto y mundano como el que vivimos, sino que más bien sea como
Dios lo demanda y se asegure que tendrá la bendición de Dios.